Rey del maldito reino:
No giraste para verme antes de irte. Yo esperé, para sostener la mirada valiente del que no espera nada. Nada, nada. Ninguna arquetípica despedida. Nada de no-quiero-irme-pero-me-voy (que hastío!).
Unas horas antes me habías prometido recordarnos como antes… un nosotros genuino, anterior a las agujas y al llanto y a ese día de lluvia en que saliste con odio a reprocharle al aire y te robaron la bici y la compu con tus mil drafts irrecuperables y la poca esperanza que guardabas ahí adentro, en constelaciones de notas de escritorio.
Pistas, palabras, teléfono inútil, esperanza, idea, frase, esperanza, clase, horario, esperanza, traducción, esperanza, ide-ota, esperanza. Delete.
Yo podía entender tus desmesuras, pero no coincidían con las mías. Era imposible compartirlas. “Te amo pero quiero ser feliz” – te dije, y entendiste. Creo que nunca voy a poder unir ambas cosas en nadie, reflexionaste tristemente. Esa es mi condena, dijiste y me diste una pena. Te mire como mira un padre a un hijo dolorido, como a si mismo (imagino) se mira un anciano frente al espejo, como mujer besando una cicatriz.
No creo poder pisar tu maldito reino algún día, ni quiero… pero sigo entendiendo tus desmesuras. Entre amantes, blocks de notas, esperanzas, las entiendo. Delete.
malditaprincesahuida.